Desde el final de la Segunda Guerra Mundial Yasser Arafat participó en el incipiente movimiento palestino, que aspiraba a construir un Estado árabe independiente sobre la entonces colonia británica de Palestina, chocando con las aspiraciones judías sobre el mismo territorio. Se unió en 1944 a la Liga de Estudiantes Palestinos, de la cual fue presidente de 1952 a 1956.
Yasser Arafat
En dicho año Yasser Arafat participó en la fundación del movimiento Al-Fatah, componente principal de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que se creó en 1964; en 1968 pasó a presidir ambas formaciones, simbolizando desde entonces las aspiraciones palestinas a la posesión de un Estado propio frente a las ambiciones territoriales de Israel y de sus vecinos árabes.
Durante este tiempo sobrevivió a multitud de atentados y ejerció un papel moderador frente a las tendencias árabes radicales. Como máximo líder del movimiento, fue rechazado en muchos países occidentales por sus vinculaciones con el terrorismo árabe; pero tuvo también momentos de aceptación, como su alocución ante las Naciones Unidas en virtud del reconocimiento de la OLP como legítima representante del pueblo palestino (1974), o su admisión como miembro de la Liga Árabe (1976).
El ataque israelí al Líbano en 1982-85 privó a la OLP de las bases desde donde había organizado sus acciones armadas contra Israel y obligó a Arafat a refugiarse con su organización en Túnez. El protagonismo de la lucha palestina pasó entonces al interior, a las poblaciones de los territorios ocupados, que desde 1988 crearon un clima de rebelión permanente contra las autoridades israelíes (la Intifada).
Arafat intentó capitalizar ese movimiento proclamando simbólicamente la creación de un Estado palestino independiente (cuyo «gobierno en el exilio» presidía él mismo), que obtuvo el reconocimiento de más de sesenta países. Pero las sucesivas derrotas militares de los árabes acabaron por convencerle, a raíz de la desaparición de la Unión Soviética y de la Guerra del Golfo en los primeros años noventa, de la necesidad de llegar a un entendimiento con Israel.
El impulso de Estados Unidos a la apertura de un proceso de paz en Oriente Medio le dio la ocasión para iniciar conversaciones secretas con representantes israelíes, que condujeron a los acuerdos firmados en Washington en 1993: Arafat regresó a Palestina como titular de un gobierno autónomo (la Autoridad Nacional Palestina) que inicialmente sólo tenía poder sobre Gaza y Jericó (después se iría extendiendo al resto de Cisjordania).
Las dificultades para llevar adelante este proyecto fueron enormes, dada la oposición de los radicales árabes (que lanzaron una oleada terrorista en el interior de Israel y duros enfrentamientos militares en el sur del Líbano) y de los extremistas judíos (que llegaron a asesinar al primer ministro Rabin en 1995). Los retrasos y discrepancias en el plan de retirada israelí de los territorios ocupados añadían dificultad al proceso, viciado por problemas de fondo, como la falta de entendimiento sobre el futuro de Jerusalén (reclamada como capital tanto por el Estado israelí como por los palestinos) o la falta de apoyo por parte de Siria.
Su fallecimiento no hizo sino sumar incertidumbres a este proceso, pese a que Estados Unidos e Israel le consideraban últimamente como un obstáculo para la paz. Con todo, los esfuerzos de Arafat fueron reconocidos con la concesión, junto a Rabin, del Premio Nobel de la Paz y del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1994.
Referencias
www.biografiasyvidas.com/biografia/a/arafat.htm
Maria Linarez CI 19881179
secc1 CRF
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